
Las cosas se empezaron a acomodar en tiempo y forma para mí, sabía que era mi momento y aunque no sabía cuál era la mejor forma de hacerle frente; sí sabía que no podía dejarlo pasar.
Fue entonces donde por primera vez empecé a ver en las desavenencias oportunidades; filosofía que se convirtió en una nueva forma de vida.
La ruptura con la pareja afectiva, el cambio forzoso de casa y no contar con un contrato laboral me obligaron a enfrentarme con mis miedos más profundos, con mi sombra. En esos momentos toqué fondo, pero sólo para tomar impulso y mostrar al mundo qué no estaba derrotada; necesité tocar tierra, recogerme en el duelo, para voltear mi mirada al cielo, dónde encontré muchas respuestas.
Había vivido huida de mi durante años; fugada de la realidad mi vida entera. Tocaba despertar para contestar a una de las preguntas con mayor trascendencia que podemos hacernos y que muy pocos saben responder: qué quiero de la vida y hacia dónde voy.
Recuperar mi hogar, respondí; crear un lugar dónde pudiera recibir a mis hijos, tener un espacio para mí; necesitaba un oasis. Todos mis movimientos debían dirigirse a lograr esa meta. Dejé de perder el tiempo; hice a un lado las salidas, las citas casuales, las frivolidades.
En ese momento vivía con una hermana de mi papá; mi madrina, alguien que siempre creyó en mí, me acogió y me hizo un espacio vital en su casa. Cómo agradecérselo. Ella también confiaba en mí.
Recuerdo ir caminando por la calle cuando recibí una llamada de la empresa del hermano de una amiga. Me citó para hacerme una entrevista para un nuevo proyecto de comunicación en la empresa.
Fue entonces que empecé a elaborar el boletín de noticias de una compañía de estrategias financieras. Luego supe con ello di imagen y presencia a la empresa de frente a clientes y prospectos. Tenía acceso a la página digital de El Economista dónde recogía las notas más relevantes del mercado de valores en México. Recuerdo que esperaba que los revisaran y aprobaran. Sólo lo hicieron en la primera presentación. Pasé la nota. Aquí empezaron mis primeros pininos en el sector editorial, al que entraría de lleno posteriormente.
También daba clases de literatura hispánica y latinoamericana, y una que otra clase de filosofía. Abrí un círculo de lectura, que tenía como leitmotiv[1] la búsqueda de nuestra identidad; qué dicen que somos, quienes somos, quién soy. Mis alumnas eran mis tías y sus amigas. Aprendí mucho en el camino. A todo decía si, a nada no.
Muzzas esta es la segunda parte de la historia de nuestra #Muzza Verónica Farías, que en esta ocasión nos enseña a buscar la felicidad en nosotros y que es importante tomar las vivencias pasadas como experiencias y trampolín para tener un presente que nos llene de satisfacción, aunque el futuro sea incierto.
¡Te invitamos a formar parte de esta gran comunidad!
[1] Melodía o idea fundamental de una composición musical que se va repitiendo y desarrollando de distintas formas a lo largo de toda la composición,
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